¿Se ahorra energía con el cambio de hora?

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Este fin de semana comienza en Europa el horario de invierno, así que vamos a tener que retrasar una hora todos los relojes. Pero, ¿cuál es el verdadero motivo del cambio de hora? ¿es realmente necesario? En un lado de la balanza se encuentra el ahorro de energía que se produce al aprovechar más horas la luz natural; en el otro lado, el estrés que provoca alterar el horario, sobre todo para los más pequeños.


La realidad es que aunque la Comisión Europea ha debatido largo y tendido durante los últimos meses si es conveniente o no realizar el cambio de hora, nuestros ordenadores, móviles y tablets van a hacerlo por nosotros de forma espontanea, sin preguntarnos si realmente queremos hacerlo. Otra cosa son los relojes analógicos que quedan en casa, a los que tenemos que acudir de uno en uno, con paciencia de santo, para no llegar tarde a ninguna reunión el lunes por la mañana.


Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía el cambio de hora puede suponer el ahorro de un 5% del consumo eléctrico nacional, una cantidad equivalente a 300 millones de euros. De ellos, 90 millones corresponderían al potencial ahorro de los hogares (6 euros por hogar), y el resto (210 millones) supondrían el ahorro en los sectores industrial y de servicios. Aún así, son bastantes quienes dudan de los verdaderos efectos del cambio de hora en el ahorro energético. Esta misma semana, Gonzalo Piernavieja declaraba que «en Canarias no se ahorra nada de energía con los cambios. Esa conclusión es objetiva». 


Algunas organizaciones como WWF aseguran que el cambio de hora tiene efectos nimios en el ahorro y la eficiencia energética. Otras, por su parte, afirman que este ahorro varía en función de la rutina de los hogares y del horario de los comercios o empresas.


Por mucho que discutamos la cuestión, la realidad es que la Directiva 2000/84/CE, de 19 de enero de 2001, del Parlamento Europeo y del Consejo, establece que desde el año 2002 en adelante, el inicio del período de la hora de verano será el último domingo de marzo, y su fin tendrá lugar el último domingo de octubre; en ambos casos a la una de la madrugada, hora de tiempo universal. De este modo todos los ciudadanos e instituciones privadas y públicas de la Unión pueden conocer anticipadamente las fechas del cambio horario anual y planificar su actividad, mientras la citada Directiva permanezca en vigor. Y así será hasta que alguien plantee un cambio de planes que, efectivamente, sea más interesante.


Sin embargo, la pregunta lleva planeando en el aire desde que comenzamos a jugar con el horario: ¿realmente se consigue un ahorro energético global?

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