​La revolución sostenible

@juana1gonzalez

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El bambú tarda siete años en brotar. Pero durante el séptimo año, en solo seis semanas, crece más de 30 metros. ¿Tarda entonces solo 6 semanas en crecer? No, le lleva siete años crecer y seis semanas desarrollarse. Durante años parece que no sucede nada, pero realmente está generando sus sólidas raíces, para poder más tarde alcanzar su gran altura. Ese mismo tipo de crecimiento es el que están experimentando en estos momentos todos los fenómenos que engloban la actual revolución sostenible o, como muchos la llaman, la 4RI (cuarta revolución industrial). Como el bambú, han sido muchos años de crecimiento larvado, latente, potencial, hasta que ahora hemos llegado al desarrollo. Y de una manera de veras espectacular.


Nuestro modo de vida en los próximos diez años va a cambiar de una forma radical. Ser sostenible no va a ser una moda sino una necesidad. Lo mejor es que lo haremos sin que nadie nos tenga que obligar, sino por pura lógica y conveniencia. Los combustibles fósiles tienen sus días contados en este mundo y nos dirigimos a una sistema eléctrico 100x100 de energías renovables. Porque esto es ya una realidad. No hablamos solamente del futuro: ya hoy es el mercado que determina la competitividad de las energías renovables, mientras que el sector de los combustibles fósiles presenta grandes incertidumbres desde el punto de vista financiero.


Países como China, EE.UU. e India son líderes mundiales en inversión de energía renovable. Solo en el año 2016 la potencia instalada en renovables se incrementó dos tercios, es decir, 165 gigavatios, con buena parte de esa instalación de origen fotovoltaico. Y prácticamente la mitad de toda la potencia instalada se realizó en China. Se prevé que para 2022 la instalación de placas fotovoltaicas se incremente tanto que va a suponer el 43% de la potencia mundial instalada de energías renovables.


EE.UU. es el segundo mercado internacional más importante en inversión de renovables, aunque es cierto que con las políticas que se están llevando adelante en estos momentos, puede ralentizar el crecimiento en el sector. La India, por otro lado, se prevé que en 2022 duplique su capacidad de instalación de renovables, siendo la eólica y la solar las que acaparan el 90 por ciento del total.


Pero hablemos de Europa y su enorme potencial, según el estudio Remap realizado por la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA), que afirma que la Unión Europea durante más de dos décadas ha estado a la vanguardia del despliegue mundial de energía renovable. La adopción de objetivos a largo plazo y medidas de apoyo a las políticas ha resultado en un fuerte crecimiento en el despliegue de energía renovable en toda la región, desde una participación del 17% en el consumo final bruto de energía en 2015 hasta el 34% en 2030. Las fuentes renovables constituyen la base de la energía limpia, pero ellas solas no son suficientes, tienen que acompañarlas la eficiencia energética, una red de distribución eficiente y el desarrollo de los sistemas de almacenamiento, o sea de acumulación de energía.


El informe también asegura que el sector eléctrico europeo puede albergar grandes cantidades de energía solar fotovoltaica y generación de energía eólica. Y desde luego las soluciones de calefacción y refrigeración representan más de un tercio del potencial de energía renovable sin explotar de la UE. Allí aparece la biomasa como una fuente de energía renovable clave más allá de 2030.


Las auténticas revoluciones a lo largo de la historia siempre han surgido desde abajo, así que esta no iba a ser menos. Los ciudadanos pasarán de ser meros espectadores a actores que forman parte de esta revolución eléctrica, convirtiéndose en consumidor, generador, almacenador y vendedor de energía. Porque el autoconsumo será una de las claves principales de esta revolución. La clave de este proceso es la digitalización de la red eléctrica, relacionada no solamente con la demanda de eficiencia sino también necesaria para el desarrollo a gran escala de la e-movilidad. Para eso se necesitan, además de sistemas de acumulación, dispositivos inteligentes eficientes que permitan una gestión flexible de la red.


Fue en 1896 cuando el premio Nobel de química Svante Arrhenius advirtió de que los combustibles fósiles podrían dar lugar a la aceleración del calentamiento de la Tierra. Y nadie lo tomó en serio. Seguro que no imaginó que precisamente su descubrimiento hoy en día fuera a ser la primera causa de preocupación en la ciudadanía según una encuesta de Greenpeace. Términos como el cambio climático, gases efecto invernadero, calentamiento global, etc. ya se mencionan y se utilizan no solo en las ONG sino que se convierte en motivo de preocupación en gobiernos de los principales países desarrollados.


Fue en 2015 cuando el mundo se unió para luchar contra el cambio climático y se firma en París el primer acuerdo vinculante mundial contra el cambio climático y cuando las grandes ciudades comienzan a prepararse para alcanzar los objetivos allí adoptados. Pero nadie pensó que esto iba a ir tan rápido.

Para 2030, se espera que casi 5 mil millones de personas (60% de la población total) vivan en áreas urbanas, y que las áreas úrbanas cubran más de la totalidad de la superficie terrestre. Las ciudades deben prepararse para cumplir los objetivos 2030 acordados por Europa que se engloban en tres:


- Al menos 40% de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero(en relación a los niveles de 1990).

- Al menos 27% de cuota de energías renovables.

- Al menos 27% de mejora de la eficiencia energética.


Pero no solo para eso, sino también para adaptarse a las exigencias de una ciudadanía cada vez mas participativa y exigente. No hay duda de que la transformación de las ciudades abre interesantes oportunidades empresariales, además estás necesidades se están viendo globales. Toas las ciudades quieren ser smart. El Global Green Economy Index de 2016 puntúa a Copenhague, con casi 100 puntos, como la ciudad más smartdel planeta. La siguen Estocolmo, Vancouver, Oslo, Singapur, Nueva York, Berlín, Helsinki, París y Tokio. ¿Ven en esa lista alguna ciudad de Canarias o siquiera de España? Lamentablemente, no. Nos debería llevar a pensar por qué, teniendo las mismas o mejores condiciones de partida que muchas de ellas, no hemos conseguido entrar en ese preciado top ten.


Hoy en día el gran problema de las principales ciudades con la movilidad sostenible es evidente, la tecnología va más rápida que la burocracia administrativa. Ahora vemos como las grandes ciudades no tienen legislación para los nuevos sistemas de movilidad que pensábamos se utilizarían en un futuro lejano y que resultan que ya son el presente. Los ayuntamientos trabajan sin descanso, pero cuando antes de que se haya aprobado un nuevo plan de movilidad ya están surgiendo nuevas necesidades que deja obsoleto lo nuevo y hay que volver a adaptarlo. La burocracia tiene también que ser smart.


Patinetes eléctricos, ebikes, segways, bicicletas de carga, hoverboards, carsharing, coches autónomos, minicoches eléctricos, motosharing, VTC (vehículo de transporte con conductor), vehículos voladores… está claro que las nuevas formas de movilidad reclaman su espacio mientras las tradicionales se baten en retirada. “Durante el último siglo, las ciudades se han adaptado a los coches, y ahora toca dar la vuelta a la ecuación: nuestras calles tendrán que cambiar para adaptase de forma mucho mas livianas y eficientes para poder moverse”, afirma Ross Douglas, el fundador de Autonomy, desde el Festival de la Movilidad, en París. Y continúa: “Hemos convertido las ciudades en gigantescos aparcamientos. Los coches se mueven el 5% de su tiempo y el resto se lo pasan ocupando nuestras calles. Y de paso, nos hemos resignado a la contaminación como algo inevitable. Y no hablemos del vínculo entre el tráfico y el estrés” .


Segun el libro blanco de las Smartcity, las ciudades del futuro tienen que ser eficientes, comprometidas, competitivas y sostenibles en sus ámbitos económico, social y medio ambiental. Se habla de que sea participativa, abierta, transparente y responsable de su gestión y de sus relaciones con todos los agentes sociales. Pero a la vez innovadora, capaz de repensar los modelos tradicionales de prestación de servicios y las estructuras de ciudad. Del mismo modo, debe ser digital e interconectada, saber utilizar las nuevas tecnologías como herramientas para avanzar en su desarrollo. Las TIC no como un fin en sí mismo, sino como un medio para un fin. Y, por último, orientada a la mejora continua de sus parámetros de sostenibilidad, eficiencia y bienestar.


La transformación en curso, junto a la descarbonización del mix energético que reduce y estabiliza los precios, lleva electricidad barata a una gran parte de las actividades económicas. Por consiguiente, inicia un círculo virtuoso gracias al cual se puede llegar a descarbonizar no solamente el sector de la energía sino también muchas otras actividades industriales.


Todo esto confirma que el mundo va decididamente hacia una única dirección, la de las energías renovables y la descarbonización, hacia un futuro de energía limpia, segura y económicamente accesible para todos. Un mundo que aún no conocemos pero que cambiará nuestro modo de vida. Pero como todas las anteriores revoluciones industriales de la historia, es un mundo mejor y que no tiene vuelta atrás. 

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