Carlos Alonso. Presidente del Cabildo Insular de Tenerife

Estrategia energética en grandes líneas

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Todo en nuestra vida es energía. Nuestro cuerpo es una maravillosa fábrica biológica que ingiere y consume calorías para mantenernos vivos y activos. Y las sociedades humanas más complejas se basan en el consumo masivo de energía para producir bienes y servicios. El fuego, el vapor, el carbón, los hidrocarburos, la fisión del átomo, el sol, el viento, los mares... El ser humano ha sido capaz de capturar y transformar la energía, domesticándola para su propio uso. Y en la distancia que media entre la hoguera que calentaba una cueva del paleolítico y un molino eólico se puede leer la propia historia de la especie humana sobre el planeta.


La energía, además, es un factor de producción. Tenerife en particular y Canarias en general gasta un cinco por ciento de su producto interior bruto en su factura energética. Unos dos mil millones de euros que se destinan básicamente a la compra de combustibles, en su gran mayoría fueles para la generación de electricidad. Por supuesto que indirectamente movemos mucha más energía a través de los fueles de navegación aérea que transportan cada año millones de turistas a este destino o en las grandes líneas navieras que operan de los puertos de las islas.


La estrategia de Tenerife en materia energética se basa en responder a una necesidad y una ambición. La necesidad de ofrecer energía a la poderosa industria de venta de servicios turísticos y comerciales. Y la ambición de sustituir los fueles que se usan de forma mayoritaria en la generación eléctrica por combustibles menos contaminantes.


El objetivo es multiplicar, a medio plazo, por ocho la capacidad que existe en la isla, de tal forma que el 40 por ciento del consumo de energía se pueda realizar a través de las renovables. O lo que es lo mismo: que unas 260.000 personas puedan suministrarse a través de las energías renovables. Se trata de multiplicar por ocho la capacidad que tenemos en la actualidad en el ITER, tanto de energía eólica como fotovoltaica y construir tres parques eólicos nuevos que podrían estar en funcionamiento dentro de dos años. Esta medida permitiría una potencia adicional de 55 megawatios, con un coste de 57 millones de euros, que nos permitiría dar energía a 45.000 personas. Adicionalmente, se van a instalar dos parques de fotovoltaicas. Uno de pequeño tamaño, de 5 megawatios, y otros, que tenemos en definición, de 350 megawatios, que incluye la instalación de baterías de acumulación. Estos últimos permitirían cubrir la demanda de 180.000 habitantes. En conjunto, esto daría la posibilidad de tener 410 megawatios, que junto a los 50 megawatios que ya dispone el ITER, representan el 40% del nivel de potencia y el 30% de la demanda.


La retracción de la demanda energética producida por la gran crisis económica de los últimos años ya es historia. Las previsiones del Gobierno canario establecen que la proyección de la demanda eléctrica, en base a las previsiones de PIB y población, aumentará hasta un 22,5 por ciento en 2025 con respecto a 2015. El mayor síntoma de recuperación de nuestra sociedad está en ese crecimiento de la demanda eléctrica. Tenerife contará en breve plazo con una gran central regasificadora en el Polígono de Granadilla, capaz de aprovisionar tanto el transporte marítimo como la generación eléctrica de nuestra isla. Meter el gas en el sistema no sólo abaratará nuestra factura energética anual sino que reducirá de forma significativa el impacto de nuestra huella energética.


Al mismo tiempo que garantizamos que nuestras actividades actuales pueden seguir creciendo y generando empleo, nuestros propósitos pasan por el crecimiento de las energías denominadas limpias.


El mix energético canario ideal, definido así en el actual Plan Energético de Canarias, apuesta por una imaginaria “tarta” repartida en tercios entre los fueles, el gas y las renovables. Pero aún estamos lejos de ese escenario. El Gobierno de Canarias ha decidido apretar el acelerador en la implantación del gas y las alternativas “limpias” a lo largo de los próximos años. Los planes de Canarias es que el 45% del total de la electricidad que se generará en las islas en 2025 tengan su origen en fuentes renovables, que tenían una cuota del 7,56 por ciento del mercado el año pasado.


Pero no es una tarea fácil porque a las dificultades propias de las inversiones en producción hay que añadirles las derivadas de la duración de los trámites, calificaciones ambientales y tutelas públicas sobre los suelos y la adaptación de una red de transporte como la de nuestras islas, en cierta forma obsoleta y necesitada de nuevas y grandes inversiones, que comportan también largos y complicados procesos e informes.


Por diversas causas, largas de explicar, llegamos con retraso al gran cambio —al cambio necesario— del modelo energético. Pero necesitamos hacerlo. La conservación del medio ambiente en unas islas dedicadas a las venta de servicios turísticos es mucho más que un deber de lesa humanidad, es la mejor decisión empresarial que se puede tomar. El gas, como sistema de transición, y las renovables, son las únicas fuentes coherentes con el futuro de estas islas. Y sin ninguna ampulosidad, con el futuro de nuestro planeta. Tenemos muchísimas horas de sol, viento abundante y nos rodea un poderoso océano. Somos usuarios de un Archipiélago que posee uno de los mayores yacimientos mundiales de energías naturales. Y ahora, esta vez sí, estamos dispuestos a aprovecharlas. 

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